sábado, 25 de abril de 2015

El columpio bajo el manzano

Estoy sentado en el columpio bajo los manzanos, dejando que mis pies descalzos rocen el césped. Hace tiempo que suelo frecuentar este lugar; ¿cuándo pasaron a formar parte de mí estos viejos manzanos? ¿Cuándo dejé que echaran sus raíces en mí?
Me recuerdan mucho a ella; aquella vez que vine a jugar con uno de aquellos manzanos bajo todo su florecido esplendor e intentaba por mí mismo columpiarme, quizás fuera porque no tenía la fuerza necesaria para tomar impulso o porque no tuviese a nadie que me diera ese pequeño empujón pero hacía todo lo posible por escaparme y aprender, no voy a decir que era tarea fácil cuando no tienes a nadie que te ayude.
Pero así, como el Big Bang, apareciste tú de la nada y me preguntaste si me podías ayudar; aunque en ese momento me daba vergüenza aceptar el hecho de no saber hacer un sencillo movimiento de piernas y lo que pudieras pensar de mí, la acepté.
Suavemente me empujabas y me indicabas cómo tenía que flexionar las piernas, echar el cuerpo hacia atrás y después estirar las piernas a la vez que me inclinaba hacia adelante.
Seguía cada instrucción que me dabas y nos divertíamos y llegó el momento de decirte que quería intentarlo sólo pero me respondiste que aún no estaba preparado. Yo insistí una y otra vez pero seguía obteniendo negativas de tu parte.
Hasta que me bajé de aquel columpio y te dije que no necesitaba más tu ayuda, me bastaba yo sólo para ello y tú desconcertada te marchaste y no volviste.
Desde entonces sé columpiarme por mi propia cuenta.

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