miércoles, 23 de julio de 2014

Capítulo 20: Los problemas del Amor y la Locura

Higar se sometía a unas duras revisiones cotidianas sobre la evolución de su trabajo con las napolitanas y los peces, cada día que pasaba en esa casa más deseaba largarse cuanto antes.
Si acaso la única presencia que soportaba era la de Tortelini que mientras ella hacía los experimentos él estaba supervisandola y en algunos momentos charlaban y así durante días.
No se explicaba cómo pero acabó por cogerle afecto a aquel muchacho. Tras un duro día entre napolitanas Tortelini le ofreció darse un baño en la piscina y juntos se nadaron en las aguas del amor. Al salir de la piscina Tortelini se lanzó a besarla por primera vez pero en ese preciso instante Piroska llegó para hacerle una visita sorpresa a su ligue pero se fue llorando de lo que vio.














Estando Higar tranquilamente en su casa se sobresaltó al oír el timbre de la puerta, fue a abrir y no le gustó para nada la persona que vio. Se trataba de Piroska que fue para tener una "charla de amiga a amiga".
Higar la invitó a pasar adentro recelosa de que quería aquella mujer de ella.
Piroska fue directamente al grano: "Mira mala pecora, ¿como te atreves a acercarte a mi novio? La próxima vez que te vea con él te cojo de la coleta esa que tienes y te arrastro por todo el barrio porque a mi novio no se le acerca ni su madre sin mi permiso, ¿me has entendido? Y si no quieres que tu puesto de científica peligre ya sabes lo que debes hacer, ¿no? Buenos días"
Y se fue.

Higar se quedó muy asusta por lo que acababa de suceder y se fue a dormir y pensar sobre qué haría al respecto.
En el barrio construyeron un manicomio a donde fue a parar Hisgo, financiado por su padre con el poco dinero que le sobraba, que no soportaba más las preguntas de su hijo acerca de su madre.









Cada segundo que pasaba encerrado en la habitación era un infierno, sabía que no estaba loco y en innumerables ocasiones intentó escapar pero le cogían y lo volvían a encerrar y así durante años.













Una noche mientras el celador estaba ocupado regando sus plantas Hisgo se escabulló de su cuarto para cotillear en el ordenador central y averiguar dónde vivía su padre.












Encontró la dirección y a pesar de estar un poco lejos del manicomio no tuvo inconveniente en robar un vehículo para poder ir.













Descargó todo su odio por ser rechazado durante su infancia y haber acabado en un sitio de locos, su padre le suplicaba que parase aquella atrocidad pero Hisgo estaba fuera de sí y no le escuchaba.
Cogió a su padre con las pinzas de la grúa y lo estrujó como a un gusano, poco después se dio a la fuga para no volver jamás a aquel barrio.

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