lunes, 22 de junio de 2015

De entre las cenizas

Todo estaba oscuro, el silencio se cernía como el águila cuando acecha a su presa. Intentando cobrar el conocimiento se dio cuenta que no podía moverse, forcejeó pero le era imposible, fue como si estuviese paralizado. Reuniendo toda la fuerza que le era capaz consiguió moverse un poco pero enseguida notó un dolor tan intenso en algún sitio de su cuerpo que desistió.

Permaneció quieto por un tiempo pero algo en su interior le decía que debía salir de aquella situación como fuese.
Agarró aquello que le oprimía el cuerpo y levantó con ayuda de las piernas la enorme carga, por fin estaba libre. Sin embargo no supo que hubiera sido peor sin haberse quedado atrapado como estaba o contemplar el desolador paisaje de su alrededor.
Por todas partes había gente gritando, humo, cenizas que al respirar iban directamente a los pulmones aunque la parte más horrible fue observar los cuerpos, cuerpos ahora sin vida, esparcidos por el suelo.
Hizo memoria y al instante recordó porqué estaba en ese lugar, estaba por la supervivencia de su pueblo, por la libertad de su gente.
Miró a su alrededor en busca de una espada y se la arrebató a un soldado que yacía, jamás sabría quien sería o si en algún momento hubiesen compartido historias de sus vidas en una taberna, la guerra impedía estas cosas.
Buscó con la mirada a alguien, no supo quien exactamente, pero en cuanto clavase sus ojos en la otra persona lo reconocería.
Mientras tanto se iba abriendo camino a través del fragor de la batalla esquivando mandobles y alguna que otra estocada mortal.
Pudo vislumbrar lo que tanto ansiaba hallar, al responsable de todo aquello. Allí sólo se encontraba, sin nadie que le escoltara, un blanco fácil al que poder llegar sin problemas.
Ese enemigo también se percató de él y desenvainó su espada. Aquel noble guerrero con toda la rabia que acumulaba en su interior empezó a tomar carrerilla espada en alto.
Los recuerdos de su pueblo esclavizado brotaron de su memoria, no hubo de olvidar aquellos actos.
Corriendo y a medida que se acercaba a él pensó en todo momento en ellos y su meta era acabar con el sufrimiento y la forma de obtener el poder para hacerlo.
Ya estaban cara a cara, agarró la espada con las dos manos fuertemente en alto y saltó gritando para clavársela directamente en el corazón.
Su último pensamiento fue para su amada.

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