martes, 16 de junio de 2015

Nuevo amanecer

El sol despuntaba por el horizonte. Aquesa vez sería testigo de la más cruenta batalla por un final que traería consecuencias para el mundo.
Sobre la tierra había dos bandos. Uno luchaba por su libertad el otro por ser el soberano de todo.
Las huestes del Rey se alineaban en fila enarbolando pendones con el emblema de su corte, orgullosos de luchar por su pueblo. El Rey se paseaba a caballo blandiendo la espada en alto y llamando a sus hombres para que se preparasen.


-Prestad oídos mis aguerridos hombres. Estamos ante un nuevo día, el día en el que por fin libraremos nuestra tierra del yugo de los opresores.

Los caballeros vitoreaban cada palabra de su rey exaltados de bravura. El Rey continuó hablando:

-Muchos sois los que hoy me seguís y muchos seréis los que hoy me dejéis en esta batalla. Pero sabed una cosa, no permitiremos que mañana sigan caminando sobre nuestras espaldas arrebatándonos aquello que construimos con nuestras manos. No, hoy les demostraremos que somos más fuertes de lo que creen y que subestiman la unión de un pueblo unido por cada uno de sus hombres, mujeres y niños que sueñan por un mundo mejor.
¡Cabalgad conmigo por última vez, cabalgad por vuestras esposas e hijos, cabalgad por su libertad, cabalgad por la vuestra!

El Rey enderezó su caballo hacía el enemigo y lo espoleó hacia un destino desconocedor pero con la certeza de que sus hombres le serían fieles hasta la muerte.
Los caballeros, unos a pie y otros a caballo, se encaminaron, guiados por el buen corazón de su rey, henchidos de valor y deseos de ver un nuevo amanecer.

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